miércoles, 7 de noviembre de 2012

Poemas Llaneros $


AL FIN LLOVIÓ EN MIS CAMINOS


Al fin llovió en mis caminos                                                
y fueron pan las raíces, 
hubo mil cestos de trinos                                                         
de pajarillos felices, 
hubo rumor de hojarascas 
y corretear de perdices, 
mientras daba el horizonte 
esplendor a sus matices.

Al fin llovió en mis caminos 
y la huella fresquecita, 
cantó con los manantiales 
un verso de agua clarita, 
y así la tierra mojada 
con su fragancia bendita, 
dibujó por la llanura 
todas las cosas bonitas. 

Al fin llovió en mis caminos 
y la tierra se hizo buena, 
despertaron las cosechas 
de mis continuas faenas, 
hubo palpitar de espigas 
arrulladas por la siembra, 
y surco y arado hablaron 
de que la vida era bella, 
cuando se sabe esperar 
como yo esperé por ella. 

Al fin llovió en mis caminos
y humedeció las arenas, 
estaba la tierra encinta 
más amorosa y más buena, 
oí llorar la cosecha 
dada a la luz como una nena 
y de mis ojos cayeron 
lágrimas de dolor y pena.

Al fin llovió en mis caminos 
mientras llovía en mi alma,
y me floreció por dentro 
una cosecha de calma, 
y fue mi espiga de amor 
mi dolor se hizo una palma, 
y me brotaron los hijos 
por cada punta del alma.

Al fin llovió en mis caminos 
y fue más lindo mi Llano, 
me fueron brotando lirios 
en los surcos de las manos, 
yo me sentía jardín 
y seguía siendo humano, 
y en cada punta del alma 
me fueron brotando manos.

Al fin llovió en mis caminos 
y hubo flores en el prado,
arado, surco y cosecha 
fueron un himno sagrado, 
yo adiviné la presencia 
del autor de lo creado, 
y en cada punta de mi alma 
estaba el Padre sentado. 

EL CARRETÓN DEL TIEMPO

La muerte y la vida están 
sobre el Carretón del Tiempo,
la muerte veloz se pierde 
por trochas del sentimiento, 
y la vida, paso a paso 
va Camino de los Muertos, 
llaman vida a este sufrir 
sin tener paz ni un momento, 
yo diría que esto es morir 
sobre el Carretón del Tiempo. 

Eso que acá llaman vida 
es lo mismo que la muerte, 
pues las cosas definidas 
no son caprichos ni suerte, 
y lo que acá llaman vida 
hay mundos donde es la muerte, 
y en eterno devenir 
se transforma hasta lo inerte, 
pues la ley es solo una 
lo mismo es vida que muerte. 

¿Mas de qué sirve vivir 
si morir es una ley? 
Y en iguales condiciones 
mueren hombre, perro y buey, 
ateos y religiosos 
el Papa, el soldado, el Rey, 
vida y muerte es solo una 
porque una sola es la ley, 
las dos son la misma cosa 
algún día lo entendería. 

En el Carretón del Tiempo 
es auriga el devenir, 
en él todo se transforma
todo está en el existir, 
ley es nacer y morir por lo cual 
voy a decir, en estos sencillos versos, 
que acá nada fue inventado 
todo está en el Universo. 


ROMANCE DEL AMOR PERDIDO 


Ella era una inocente 
pero yo fui muy canalla, 
la monté en mi yegua baya 
un Día de San Vicente, 
y con el sol muy ardiente
nos fuimos al pasitrote, 
hasta que del horizonte 
no quedó más que un ribete. 
Cuántas cosas le diría 
cuántas cosas me creyó, 
y en mis brazos se rindió 
sin saber si la quería, 
así pasaron los días 
las semanas qué sé yo, 
y al fin me comunicó 
que ella en cinta se sentía. 

No me causó la alegría 
que eras lógico sentir, 
y solo pensé en huir 
perderme en la lejanía, 
y así fue que el otro día
le dije: regreso ahora, 
y me fui lejos, señora, 
a huir de mi cobardía. 

Porque no pensé que un día 
en este Llano tan grande, 
a fuerza de ser cobarde 
la pena me mataría, 
mas no sé lo que sentía 
pero al pueblo regresé, 
y como no la encontré 
qué gran angustia la mía. 

Luego supe que venía 
le había escrito a su mamá, 
y entre otras cosas mías 
supe que un hijo tenía, 
fue tan grande mi alegría 
que me sangró el corazón, 
y pa´ pedirle perdón 
dije que  la esperaría.

Allí pasaron diez días 
esperando su regreso, 
para cubrirlos de besos 
con todas las ansias mías, 
el perdón le pediría 
prometiendo ser buen padre, 
por los restos de mi madre 
y por Dios le juraría.

¡Agua abajo viene un bongo! 
Grita un muchacho en el río, 
yo también gritó ¡Dios mío! 
Ya se acerca, lo supongo 
y al muchacho le propongo 
si viene allí una mujer, 
corre y házmelo saber 
y un real en sus manos pongo. 

Vuelve el niño por la huella 
y me grita Sí señor, 
lo que viene es un primor 
que más parece una estrella.
La garganta se me sella 
su perdón cómo lo ansío, 
si me perdona, Dios mío, 
que feliz seré con ella. 

Desde el barranco del río 
la saludo y me responde, 
viene de yo no sé dónde 
pero trayendo algo mío, 
entre sus brazos dormido 
con un paño con cobijo, 
contra el pecho trae al hijo
fruto de mis amoríos. 

Al poner pie en la arena 
fijó en la mía su mirada, 
pero no me dijo nada 
de su calvario y su pena, 
y allí plantada, serena 
y sin dejarme de ver, 
me dijo: ahora soy mujer 
pues soy una madre buena. 

No reprochó mi abandono 
ni se quejó de su suerte, 
solo he sabido quererte 
en mi pecho no hay encono, 
y dijo en el mismo tono 
yo no te guardo rencor, 
pues el fruto de tu amor 
en mis brazos aprisiono.

Más bien debo agradecer 
que fuiste tú mi maestro, 
porque de todo lo nuestro 
aprendí yo a ser mujer, 
y le dimos la vida a un ser 
que es misión grande y hermosa, 
ya que a ser madre amorosa 
es que viene la mujer. 

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